Primera infancia en México: la población más olvidada en la lucha contra la pobreza

Cuatro de cada 10 menores de cinco años nacen en la miseria y crecen con quebrantos irreversibles: las carencias causan daños en el cerebro y repiten el ciclo de la desigualdad.
AguaQuemada

noviembre 4, 2025

Los más recientes datos oficiales sobre pobreza arrojaron una excelente noticia: durante el sexenio pasado disminuyó drásticamente en México la población que vive en esta condición. Eso no había sucedido en tal dimensión desde que el fenómeno de la pobreza se empezó a medir en el país; reporta MILENIO.

Sin embargo, esta mejoría en las condiciones de vida no se dio por igual, sobre todo en quienes están en las primeras etapas de la pirámide poblacional: un grupo que sigue siendo muy vulnerable son los bebés, niñas y niños menores de cinco años.

A esta etapa de vida se le conoce como primera infancia. Ningún otro grupo tiene un porcentaje tan elevado de personas viviendo con carencias que este en particular.

De acuerdo con las cifras de medición de la pobreza que dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 41.9 por ciento de los infantes vive en esta situación, es decir, cuatro de cada 10, en comparación con el 29.6 por ciento de la población general, donde representa tres de cada 10.

Hablamos de que 3.9 millones de niñas y niños de cero a cinco años enfrentan algún grado de pobreza multidimensional –una medida que toma en cuenta ingresos y carencias sociales–, de un total de 9.3 millones que hay en todo el territorio nacional.

De ese grupo, 800 mil están sumidos en pobreza extrema; son los más pobres de entre los pobres.

Aunque la miseria también se redujo entre los mexicanos más pequeños, dado que en 2018 la proporción de pobres en este sector era más alta –de 52.5 por ciento–, tal disminución ha sido más moderada que en el resto de la población.​​

Empezamos mal: daños desde la cuna

No se trata de un problema menor. La primera infancia, periodo que va desde el nacimiento hasta los cinco años según organismos como el de Naciones Unidas que atiende a las infancias, Unicef, y la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una etapa de desarrollo fundamental en lo cognitivo, lo social, lo emocional y lo motriz. Lo que pasa en estos primeros años de vida es crucial para el potencial futuro de una persona.

Caso contrario, “lo que no se hace en esa etapa de la vida genera un efecto gravísimo; aunque se resolviera el problema de la pobreza más adelante, lo que ya pasó con esta generación, ya quedó allí en su cerebro como desventaja”, alerta Rogelio Gómez Hermosillo, presidente de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Pese a que entre 2018 y 2024, 13.4 millones de personas salieron de la pobreza, las carencias multidimensionales disminuyeron de 41.9 a 29.6 por ciento y la pobreza extrema se redujo de 12.3 a 7.5 millones de personas, los bebés siguen estando en altos niveles de miseria: cuatro de cada 10 menores de cinco años permanecen en esta condición.

​Problemas neurocerebrales irreversibles

Para comprender mejor esta preocupación, Renata Díaz Barreiro, especialista en ciencia de datos en Early Institute, un think thank especializado en primera infancia, explica que el desarrollo del cerebro alcanza sus niveles máximos antes de los seis años, por lo que cualquier cosa que altere ese desarrollo a esa edad tendrá consecuencias permanentes.

“No solamente estamos hablando de desarrollo a corto plazo, sino también del de largo plazo; todas las bases que se sientan en esta primera etapa son las que tendrá una persona por toda su vida.

“Si un niño está en situación de pobreza o en situaciones en las que no está teniendo su óptimo desarrollo –por ejemplo, de violencia–, en vez de que empiecen a crecer todas las conexiones neuronales, se detienen”, advierte la experta.

Dicho de otra forma, la falta de recursos durante la primera infancia limita el potencial y oportunidades futuras de un pequeño, exponiéndolo a un mayor riesgo de perpetuar el ciclo de pobreza.

De acuerdo con un estudio neurocientífico publicado en 2017 en la prestigiosa revista médica The Lancet, y citado en un documento del Early Institute, existe “una relación directa entre el estatus socioeconómico durante la primera infancia con el menor volumen de materia gris en el hipocampo, bajo volumen del lóbulo frontal y temporal, y otros aspectos que podrían mediar la asociación entre la situación de pobreza y el bajo desempeño cognitivo, académico, laboral y conductual”.

Naces pobre, mueres pobre

Roberto Vélez Grajales es director ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), una asociación que analiza la movilidad social en México, es decir, qué tanto puede cambiar la condición socioeconómica de las personas en el tiempo.

Su más reciente estudio intergeneracional, que compara en qué situación nacieron las personas y en qué situación viven al día de hoy, revela que 73 de cada 100 nacidas en el 20 por ciento de los hogares con menos recursos económicos no logran superar la pobreza por ingresos en la adultez.

“El simple número te dice que eso es brutal, es decir, que tres de cada cuatro personas que nacen en pobreza, a la vuelta de la vida se mantienen en la misma condición. 

“Hay un problema serio de repetición del ciclo intergeneracional de la pobreza que está explicado en buena medida por la alta desigualdad de oportunidades que hay en el país”, confirma Vélez.

El reporte del CEEY se basa en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), la misma materia prima que usa el Inegi para calcular los indicadores de pobreza, y que antes estaban a cargo del extinto Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval.

Sin salud ni seguridad social

Renata Díaz añade que, aunque se logró disminuir la pobreza en la primera infancia, no significa que haya mejoras en todos los componentes que mide el Inegi ni en todas las regiones del país. Tampoco que todas mejoren al mismo ritmo.

Destaca, por ejemplo, que la proporción de niños menores de cinco años vulnerables por carencias sociales pasó de 22 al 27.6 por ciento entre 2018 y 2024. Este incremento se debió principalmente a que creció el número de infantes sin acceso a la salud, subiendo de 17.6 a 37.7 por ciento.

De acuerdo con la metodología del Inegi, una persona tiene carencia por acceso a la salud si no cuenta con adscripción o afiliación a alguna institución pública o privada que brinde servicios médicos, o bien, si no recibe los servicios que brinda el IMSS Bienestar, que se enfoca en personas sin seguridad social.

“No es una carencia menor porque los gastos catastróficos hacen que puedas caer en pobreza”, advierte la integrante de Early Institute. 

Agrega que, aunque las personas puedan estar cubiertas por algún sistema público de salud, hay barreras que dificultan su acceso efectivo, como la lejanía de los hospitales de las comunidades rurales, el transporte insuficiente y caro o la limitada disponibilidad de personal médico calificado.

A ello hay que sumar la ausencia de medicamentos y de instrumental o equipos necesarios para atender la demanda creciente de pacientes de todas las edades.

Otra carencia que, aunque disminuyó ligeramente, sigue siendo bastante alta es la que tiene que ver con ausencia de seguridad social (que bajó de 59.2 a 56.9 por ciento). 

Vélez Grajales señala que la seguridad social de los infantes emana de la condición de formalidad laboral de sus padres.

“Si tus padres no tienen acceso a seguridad social a través del trabajo, por definición tú estás fuera. Es un clarísimo ejemplo que este problema de desigualdad de oportunidades se está heredando de padres a hijos”.

También existe disparidad en los niveles de pobreza entre distintas regiones del país. Mientras en el norte hay entidades donde menos de una quinta parte de las infancias viven en esta condición (como Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Nuevo León y Sonora), en los estados del sureste la pobreza afecta a más de la mitad. Los casos más graves son Chiapas (79 por ciento), Guerrero (72.4), Oaxaca (63.5), Puebla (59) y Veracruz (57 por ciento).

Y aunque la pobreza se redujo en todos los estados durante el sexenio anterior, los del norte experimentaron mejoras de hasta 19 puntos porcentuales, mientras que los del sur redujeron esta condición en menos de 10 puntos. 

Díaz Barreiro añade que las infancias más vulnerables también son las indígenas y las que viven en zonas rurales.

Hacia un sistema de cuidados

Las niñas y niños de cero a cinco años son más vulnerables. Eso se debe a que, por lógica, no generan ingresos y dependen totalmente de los recursos que generan sus padres o tutores.

Rogelio Gómez indica que hogares con muchos niños pequeños también son los que tienen menos gente percibiendo ingresos y más necesidad de atención. 

“Y al no haber un sistema de cuidados, es muy probable que por lo menos uno de los cónyuges, mayoritariamente la mujer, tenga que quedarse sin trabajar o trabajar muy poco”.

Renata Díaz coincide en que hay un componente de género que explica la pobreza en la primera infancia. 

“La mayor parte de cuidados recae en las mujeres alrededor de los 30 años [su edad productiva]… Las mujeres no están teniendo el suficiente apoyo y están pagando con un precio de mayor pobreza, ya que no pueden trabajar por estar a cargo del cuidado de los niños”, sostiene.

El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum propuso en su Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2026 la creación del “Anexo Transversal 31. Consolidación de una Sociedad de Cuidados”, que busca avanzar en la construcción de un sistema nacional de apoyo a la primera infancia.

Si lo aprueba el Congreso, el siguiente año contará con una bolsa de 466 mil 674 millones de pesos, repartida en 49 programas presupuestarios de 18 ramos, “destinados a modificar la organización social del cuidado en México y a contribuir en la garantía del acceso efectivo al cuidado de infancias, personas mayores con diversos niveles de autonomía y apoyos para personas con discapacidad, así como al reconocimiento de derechos de las personas cuidadoras, que, de acuerdo con el Inegi, en el 75.1 por ciento de los casos son mujeres”, se lee en la exposición de motivos.

La construcción de un Sistema Nacional de Cuidados robusto forma parte de los 100 compromisos hechos por Sheinbaum Pardo al inicio de su mandato, y busca cerrar las brechas de ingreso, sociales y de género a fin de que las mujeres que dedican su tiempo al cuidado no remunerado puedan insertarse en el mercado laboral formal.

Para los especialistas, también falta invertir directamente, y en mayor cantidad, en la primera infancia.

“Lo que se logra versus lo que se invierte es desproporcionado, [pero] el no hacer esta inversión trae un efecto y una secuela gravísima en capacidades, en la futura productividad, en la capacidad de razonamiento, son muchas cosas”, señala Rogelio Gómez.

En palabras de Renata Díaz: “Invertir en la primera infancia es invertir a largo plazo”.

Imagen portada: MILENIO

https://www.milenio.com/estados/bebes-la-poblacion-mas-vulnerable-ante-la-pobreza-en-mexico

Fuente:

// Con información de MILENIO

Vía / Autor

// Staff

Usamos cookies para mejorar tu experiencia y personalizar contenido. Al continuar, aceptas su uso. Más detalles en nuestra Política de Cookies.