Por Francisco Villarreal
Aunque estoy exiliado del gremio periodístico, conservo vicios que adquirí durante algunas décadas. Además del exceso de café por las mañanas, reviso noticieros en TV y “on line”. Antes incluso de desayunar o almorzar, mis primeros café y cigarro del día los consumo pastoreando a mi jauría en el porche, y revisando noticias internacionales “en línea” en portales europeos. Es porque para mis 6 AM, ellos ya llevan toda la mañana recorrida. Este lunes, en uno de mis portales favoritos, español “progre”, anuncian que las marchas “No Kings” en Estados Unidos fueron un fracaso convocando a “cientos de miles”. Me quedé con los ojos de plato. Apuntaban que la “izquierda” ha inflado los datos e insisten en el fracaso de las marchas. El sábado y el domingo vi, a veces en vivo, testimonios de las 2 mil y pico de movilizaciones en Estados Unidos contra el régimen de Donald John Trump. Vi también el “gran y maravilloso” desfile que se organizó a sí mismo a costas del ejército de Estados Unidos y del erario nacional. El confeti más caro de la historia. Entonces, sólo para estar seguro, volví a los datos disponibles sobre ambos eventos. Concediendo que los dizque izquierdistas hayan sobreestimado las movilizaciones, “cientos de miles” es una forma taimada de no decir “millones”. Siendo avaros con los números, hay que reconocer que por lo menos se movilizaron un par de millones de estadounidenses, lo que es muy conservador si comparamos con los bajos índices de popularidad con los que Trump celebró su cumpleaños. Contra las imágenes de miles movilizándose en grandes ciudades, o cientos en pequeñas, y a pesar de que se cernía sobre ellos una amenaza real de represión, el desfile de cumpleaños de Trump fue un fracaso, ese sí más que evidente. Si la “izquierda” dice que sólo 10 mil estuvieron en ese desfile, y viendo las imágenes del evento, concedámosle que falsean la cifra y asistió el doble, no más que eso. Creo que una marcha en un pueblo mediano pudo movilizar mucha más gente, con el mérito de hacerlo voluntariamente y a pesar de las amenazas. Contra esto, el desfile de Trump fue de por sí patético.
Pero no se trata sólo de las cifras reales, se trata de cómo desde la oficialidad trumpista, que incluye a medios controlados por ese régimen, se trata de crear un escenario completamente falso. Coincidiendo con el obvio dislate del portal que informaba de un “fracaso” inverosímil, desde Estados Unidos se nota la línea editorial. Steven Cheung, director de Comunicaciones de la Casa Blanca, “texteó” en X el éxito del desfile de cumpleaños de Trump y de la bandera gringa. Dijo que había más de 250 mil asistentes. Supongo que contabilizó también al contingente militar que desfiló porque se lo ordenaron, y al árbol genealógico de migrantes de las familias del gabinete de Trump, incluyendo a Melania Knavs, Marco Rubio, James Donald Vance, etc. Sumando los 10 o 20 mil asistentes reales y el gabinete en pleno, Cheung no podría cuadrar ni a duras penas sus cifras ilusas. Ojo, se trata del Director de Comunicación de la Casa Blanca no de un “maga” ingenuo y delirante. Es decir: es información oficial, la que debía contabilizarse estadísticamente. Un verdadero genio don Steven Cheung que supera al mismísimo Einstein a relativizar hasta la verdad.
Trump no podía quedarse sin mentir sobre el tema. Seamos tolerantes con él, mentir es su enfermiza compulsión de toda la vida. Contra el pronóstico meteorológico que advertía por lluvias durante el desfile, Trump afirmó que no llovió, y de paso desestimó el futuro que pronostican activistas y científicos por el cambio climático. Trump sí tuvo algo de razón, porque no hubo la tormenta que se pronosticaba, pero sí llovió. Tampoco estuvo tan errado sobre el futuro por el cambio climático. La verdad no tenemos que esperar ni 10 ni 100 años para comprobarlo, la catástrofe ya está aquí. Vi también a un Trump algo marchito ante el público de su desfile de cumpleaños. Sólo por el vicio de contrastar información, busqué dos emisiones públicas del mismo hecho. En PBS (Public Broadcasting Service ), se ve un Trump en el podio, en medio de un silencio matizado por música in situ. En Fox News, además de la música se escuchan estruendosos aplausos y vítores, callados repentinamente cuando Trump empieza a hablar, una obvia edición, una “ligera” corrección de la realidad.
Vi un video de TicToc de unos soldados que desfilaban sobre un tanque de guerra. Una aparente “animadora” les ordenaba que “reaccionaran” (se movieran) ante una multitud que no se notaba por ninguna parte. Seamos comprensivos y asumamos que la mujer, megáfono en mano, sólo intentaba agilizar la parada militar. Después de todo un desfile militar es un acto teatral en desplazamiento y necesita más de un director de escena. Algo distinta debió ser la razón de un video donde se ve a Carlos Loret de Mola, esta vez sin Brozo, grabando una escena dramática mientras él y su equipo se protegían detrás de un muro, creo que en Los Ángeles. Aunque… alrededor no se apreciaba ningún incidente violento, ni una marcha o una multitud, ni una parvada de zanates gritones; si acaso, a lo lejos, creo que había un vehículo oficial y algo así como una amenazante señora paseando a un perro o arrastrando un carrito de compras. Supongo que no era un montaje, ¡de ninguna manera! Seguramente Loret tenía información de primera mano sobre una inminente lluvia de meteoritos, una erupción volcánica, un bostezo de la “falla de San Andrés”, y un tsunami libre de aranceles importado desde Taiwán. Digamos que sí era una especie de montaje, pero en defensa propia.
Para rematar todo este caos, Trump monta su espectáculo durante una conferencia de prensa, antes de que inicien los trabajos del G7 en Canadá. El tamaño del despropósito y las hociconeadas fue tal que el primer ministro de Canadá, monsieur-míster Carney, como presidente de la cumbre, tuvo que cancelar la mojiganga de Trump y despedir a la prensa. Ojo, porque ya para ese momento Trump había declarado una guerra abierta y el uso de ICE (Immigration and Customs Enforcement), “La Migra”, específicamente contra las ciudades, eventualmente estados, con gobiernos emanados del Partido Demócrata, y no tan casualmente las que más migrantes mexicanos tienen, sean legales o ilegales, o bien hijos, nietos, bisnietos, tataranietos o choznos de mexicanos. No es una amenaza pequeña, aunque no la ejecutara. Está anunciando una persecución abierta, una purga descarada contra un partido político y contra dos países: México y Estados Unidos. Es tan vergonzoso que ni siquiera los militantes republicanos deberían tolerar eso. No se trata sólo de un desquiciado, es ya un autócrata en ejercicio y en proceso de convertirse en un dictador si los ciudadanos de Estados Unidos se lo permiten. La ruta es hacia una ruptura social y una polarización que usa e incita a la violencia generalizada. La provocación es obvia. No hay insurrección en Estados Unidos, es un golpe de estado desde el propio gobierno. Las instituciones que deben servir de contrapesos, o se han infiltrado o han actuado tibiamente ante el fascismo desenfrenado de Trump. Este sujeto irracional es con el que la doctora Sheinbaum debía lidiar en la cumbre del G7. Para mi gusto, ya era un encuentro inútil antes de cancelarse. No se puede confiar en la palabra de un hombre sin honor. El encuentro sólo debió servir para calibrar mejor la dimensión del enemigo, porque Trump se ha exhibido como enemigo del mundo, y si también se muestra como enemigo de los ciudadanos estadounidenses, México no será la excepción. La huida de Trump del G7 se prefiguraba con su actitud insolente ante los demás mandatarios. A menos que monsieur-míster Carney le haya aplicado muy discretamente el clásico: “Comes y te vas”, a mí me parece más bien un acto teatral muy bien calculado, usar la escalada de una guerra que no podía ser sorpresiva para Trump, nado sincronizado entre déspotas. A estas horas no sé qué postura asuma ante el conflicto, pero puedo imaginarlo. Una oportunidad, además, para asumir un poder excepcional dentro de Estados Unidos si decide intervenir abiertamente en la guerra de Netanyahu contra Irán.
Ceterum censeo: La guerra en Medio Oriente, iniciada por Netanyahu, comenzó pian pianito este lunes en los mercados. Si bien no se cimbraron de inmediato, debió ser porque la industria armamentística se frota ya las manos ante un eventual rearme de los países de esa región. La guerra siempre es un buen negocio. A mí me sorprendió que Estados Unidos y la Unión Europea se apresuraran a intentar defender al régimen de Netanyahu ante los ataques de Irán y no movieron un dedo ni por el genocidio en Gaza ni por el ataque a Irán sin mediar declaración de guerra. Pero se me pasó pronto el asombro cuando caí en la cuenta que este gobierno israelí es un “caballo de Troya” de Estados Unidos en la región. De veras que el mundo está de cabeza. En Europa tenemos a un régimen autocrático (Rusia) en guerra contra un régimen fascista (Ucrania); en Medio Oriente un régimen nacionalista (Israel) en guerra contra un régimen teocrático (Irán). Tanto en Europa como en Medio Oriente, se intenta neutralizar a un enemigo prediseñado y cambiar formas de gobierno. Y bueno, en América (el continente no el presunto país) Trump hace su lucha por cambiar el gobierno de Estados Unidos. Si lo logra, no admitirá más fronteras para su “reino” que los océanos. Me consuela estar convencido de que si se llega ese trágico caso, yo no tendré que tolerarlo… porque no creo que sobreviva.



