En la profundidad de la selva chiapaneca, donde el tiempo parece haberse detenido, custodiando los ecos de un pasado rebelde y lleno de valor, la naturaleza aún protege historias silenciadas por siglos, y ahora emerge el hallazgo extraordinario de Sac-Bahlán, la última ciudad de los mayas rebeldes que se negaron a ser conquistados, un santuario de esperanza y resistencia que desafió al olvido y a los siglos de silencio impuesto; publica MILENIO.
El arqueólogo mexicano Josuhé Lozada Toledo lleva en exclusiva a los lectores de MILENIO a un viaje fascinante a través del tiempo y la arqueología para conocer cómo este pueblo guerrero resistió la dominación española, guardando su cultura y dignidad. Más que ruinas, Sac-Bahlán es un testimonio vivo de lucha y de fuerza indómita de un pueblo que nunca se rindió.

¿Qué es Sac-Bahlán?
Sac-Bahlán no es solo un sitio arqueológico, es la memoria viva de un legado que pulsa con la fuerza del jaguar blanco, invitando a redescubrir las raíces y a honrar la voz de quienes resistieron hasta el último aliento.
El investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comparte su viaje fascinante y su particular modelo predictivo que utilizó en el proyecto codirigido por los también doctores Brent Woodfill, de la Universidad de Winthrop, Estados Unidos, y Yuko Shiratori, de la Universidad de Rissho, Japón. Su trabajo los llevó a descubrir ese insólito lugar, donde la historia y la naturaleza se entrelazan en una narrativa extraordinaria.
Recientemente se dio a conocer un hallazgo impresionante: la posible localización de Sac-Bahlán, la última ciudad de los mayas rebeldes en Chiapas. ¿De qué se trata este descubrimiento?
Sac-Bahlán, que en maya significa jaguar blanco, fue un asentamiento fundado por grupos hablantes de maya cho’olti que habitaron en la isla Lacantún, dentro del lago Miramar, el más grande de Chiapas, entre los ríos Jataté e Ixcán. Este lugar tiene un significado profundo porque fue uno de los últimos refugios donde los mayas chontales resistieron durante más de un siglo frente a la conquista española que intentó someterlos en tres ocasiones durante el siglo XVI.
¿Cómo fue la vida cotidiana allí?
Según las crónicas españolas, en su apogeo entre 1600 y 1694, vivían alrededor de 500 personas en unas 100 casas. Se dedicaban principalmente a la agricultura, especialmente al cultivo del maíz y mantenían intercambios comerciales, aunque clandestinos, con otros grupos mayas para preservar su autonomía. Este pueblo se ocultó en la selva densa de Chiapas, lo que les permitió resistir y mantener su cultura viva hasta finales del XVII.

¿Cómo fue el descubrimiento de esta ciudad maya?
¿Cómo localizaron un sitio tan esquivo después de tantos años?
Fue un trabajo arduo y apasionado de más de una década. Ha sido la exploración más pesada que he tenido en mi vida. La clave fue combinar archivos históricos con tecnología moderna. Un libro fundamental fue La paz de Dios y del rey del historiador Jean de Voz, que nos dio pistas sobre la existencia de Sac-Bahlán. Utilicé crónicas como la del fraile Diego de Rivas de 1698, detallando caminatas por la selva, navegaciones por ríos y referencias geográficas para generar un modelo predictivo con sistemas de información geográfica, tomando en cuenta la topografía, la vegetación y la velocidad del desplazamiento.
Posteriormente, tras varias expediciones y con la colaboración internacional, verificamos en campo esa área donde se encontraron evidencias arqueológicas que correspondían con las descripciones históricas: estructuras diminutas de piedra, restos cerámicos, obsidiana y hasta las bases de una pequeña iglesia establecida por los españoles.
¿Qué importancia tiene este hallazgo?
Es mucho más que un hallazgo arqueológico. Estamos dando voz al pueblo maya de Sac-Bahlán que fue borrado y exterminado de la historia oficial, un pueblo que prefirió ocultarse en la selva y no ser conquistado. Este descubrimiento enriquece la historia de Chiapas y muestra la dignidad, identidad y fuerza de los grupos originarios. Además pone en relieve la arqueología de la gente común, sus costumbres, su día a día y su lucha.
¿Qué desafíos enfrentaron durante las expediciones para llegar a Sac-Bahlán?
La selva es un territorio agreste, con pendientes inclinadas, mucha vegetación cerrada y fauna salvaje como jaguares y serpientes. Hubo esfuerzo físico extremo: navegaciones por ríos en kayak, largas caminatas cargando equipo y sufriendo golpes, incluso tuve que recibir terapia para recuperarme de las lesiones en las rodillas. También lidiamos con insectos, garrapatas, el riesgo de accidentes y el arduo cuidado de respetar el entorno natural, pues el sitio está dentro de una reserva protegida. Fue una experiencia que me hizo valorar cada paso en la historia y la arqueología.
¿Cuánto tiempo les llevó todo el proceso y cómo fue la logística?
Fueron casi 10 años desde que empecé a trabajar formalmente en esta investigación, aunque la base de la idea estuvo en mi tesis doctoral hace más tiempo. Las expediciones de campo se hacían usualmente en periodos de una semana debido a la dificultad de llevar agua, comida y equipo necesario. La comida era especial para trekking: alimentos deshidratados, carne seca, acompañados de filtros para el agua de ríos y arroyos en la selva. Cuando Discovery Channel se unió al proyecto, pues realiza el documental Discovering the hidden mayan city: Sac-Bahlán, tuvimos más recursos, incluso un cocinero, lo que hizo algo más llevadera la experiencia, pero el reto físico fue siempre enorme.

Los pasos a seguir tras el descubrimiento de Sac-Bahlán
¿Qué implicaciones tiene este descubrimiento para la preservación del patrimonio en Chiapas?
El hallazgo abre la oportunidad de trabajar de la mano con las comunidades locales para proteger este patrimonio olvidado. La arqueología no puede ser solo de las instituciones: las comunidades son custodias naturales del legado cultural. Juntos podemos crear conciencia sobre el valor de estos sitios para la identidad y memoria colectiva. La cultura y la naturaleza están intrínsecamente vinculadas, como decía un anciano lacandón: “Cuando cortas un árbol, una estrella cae del cielo”, una metáfora que refleja cómo al dañar la naturaleza se pierden las raíces de nuestra historia.
¿Qué sigue ahora en el proyecto arqueológico de Sac-Bahlán?
Estamos planeando futuras temporadas de campo para realizar excavaciones y sondeos, así como usar tecnología líder como el LIDAR para mapear la zona bajo la vegetación y detectar estructuras ocultas. Queremos confirmar la extensión real del asentamiento y buscar artefactos metálicos que nos den pistas sobre el intercambio comercial con otras culturas y el contacto con los españoles. Este trabajo aún tiene mucho que revelar y estamos esperanzados en aportar conocimiento para futuras generaciones.
¿Qué siente cuando piensa en todo este camino recorrido y en el hallazgo de Sac-Bahlán?
Es una satisfacción inmensa, un sueño realizado después de años de trabajo, desvelos y caminatas bajo el sol de la selva. Saber que pudimos darle voz a un pueblo olvidado y aportar a la historia de Chiapas es un honor. Aprendí que la tecnología ayuda mucho, pero nada reemplaza conocer el terreno, caminar, observar y sentir la conexión con la tierra y sus relatos. Espero que esta historia inspire a otros a valorar y proteger nuestra herencia ancestral.

Imagen portada: Josuhé Lozada / MILENIO
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